Tomamos por el ramblizo arriba junto al aparcamiento, unos
operarios se hallan realizando trabajos en lo alto de la torre del tendido
eléctrico;
a nuestras espalda sobresalen las ruinas de la Torre de Inchola, de planta
cuadrangular construida por el sistema de tapias o cajas de encofrado musulmán,
con una altura conservada de 3,5 m; la torre del siglo XIII, servía para la
comunicación visual de los Castillos de Alhama y Librilla.
Pasamos encajonados bajo un algarrobo,
vemos unos bonitos
ramilletes de coronillas de fraile y tomillo;
nos acercamos al sendero mampostero
para comenzar una prolongada ascensión;
una enorme cuscuta y matas del aceite, dan
colorido al sendero, donde no faltan altos romeros, espinos negros y apretados espartos.
Llegamos a las ruinas de un cortijo invadido por esparragueras
y barrillas,
su aljibe de cisterna con cubierta abovedada (desaparecida) tuvo
que ser una magnífica obra de ingeniería hidráulica.
Tomamos sendero en
ascenso pasado el aljibe,
dejando atrás dos aguardos de mampostería en seco,
coronados con esparto embutido (puestos de cazadores),
alcanzamos el Cabezo de
la Caracola (459 m) y su mirador,
con plataforma de piedra laja, murete de 40
cm de ancho y barandilla metálica;
este balcón al Valle del Guadalentín
nos
permite visualizar las Sierras de la Muela, el Cura y Espuña.
Seguimos por pista hacia el paraje de El Charco, donde se ha
rehabilitado su aljibe ya en la finca “La Umbría de Carrascoy” propiedad del
Ayuntamiento de Alhama;
atajamos por sendero,
pero al retomar la pista, descendemos
unos metros, para girar a la izquierda tras un pino solitario, por el inicio de
una pista en desuso; se hace sendero junto a una caseta de caza;
vamos bajando a la
Rambla de Peñas Blancas.
Hemos de abrirnos paso entre árboles caídos, matorral
espeso, bloques de roca y desniveles que sortear haciendo algún destrepe;
en
una roca (en vez de en el tallo de la planta)
veo una pequeña “ ooteca”
espumosa (nido de mantis religiosas);
cada saco puede albergar entre 200 y
300 huevos, entre ellos impera el canibalismo y los más adelantados se comen a
sus congéneres tardones.
La rambla se abre un trecho, con vegetación a base de
lentiscos y jaral presenta algunos acebuches,
pasamos por un tramo con rocas calizas
ferruginosas de color pardo rojizo;
bordemos un muro de contención,
acabamos en
una pista con caseta de caza y refugio;
a la altura de una balsa de riego,
enlazamos
con otra mejor; vamos descendiendo por un campo de floridos almendros;
le echo
un vistazo a un gran cortijo en ruinas,
con dependencias individuales dotadas
de chimenea,
disponía de palomar,
cuadras y posiblemente de conejeras.
Entre
huertos de limoneros por el Camino Espinosa primero
y con naranjos por el de
Inchola,
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