El agua llega a Alhama de
Murcia en 1950. En los años sesenta, los volúmenes derivados del río Taibilla,
son insuficientes para atender la fuerte demanda generada por el desarrollo
socio-económico y turístico.
La solución fue decisión política de alcance y
repercusión extraordinario para el Sureste español: el Travase Tajo-Segura de
292 km, conecta el embalse de Bolarque en el río Tajo, con el embalse de Talave
en el río Mundo. La última de sus cuatro etapas, consiste en el envío del agua
desde el Talave hasta el Azud de Ojós.
El Canal del Taibilla tiene 213 km y 32 recorren Sierra
Espuña, entrando por Casas Nuevas (Mula) y saliendo un poco más abajo del
Trasvase Tajo-Segura, cerca de Totana. Desde el Rápido de Los Molinos (1961),
aprovecha un salto de 162 m. de tubería, por donde (desde Carmona) se desploman
las aguas del Canal del Taibilla para producir 1.500 kilovatios por hora.
Salimos del aparcamiento junto al canal del trasvase
Tajo-Segura, pasado Alhama de Murcia, en dirección a la Hidroeléctrica Carmona;
nos desviamos por el primer puente
para seguir el Canal del Taibilla,
a veces
hay que salvarlo cuando se entuba bajo la montaña.
Lo abandonamos para coger
altura, en el cruce con la senda que proviene a media ladera de Carmona,
zigzagueamos salvando tres vaguadas.
Entroncamos con la pista a las ruinas de la Casa Forestal
del Paleto,
la seguimos en ascenso, para tomar desde una de sus curvas, el
sendero que bordea el Pico de la Garita del Turullón;
llegamos a una pequeña
explanada donde seguimos rectos por una traza senderil y torrentera,
descendiendo con precaución a la Casa de los Largos;
cruzamos la carretera de
Fuente Alta,
para tomar un poco más abajo un sendero marcado, que se hace
trialero en descenso
hacia el cortafuegos, bajo los cables del tendido eléctrico.
Monte arriba, iniciamos una corta y empinada subida entre
pinos y matorral, para enlazar con la famosa senda de las “Milcurvas”.
La
seguimos bajando sus tornantes con algún atajo abierto, hasta el trasvase,
donde tropezamos con un rebaño de cabras
y su pastor
con los perros, que curiosamente
iban por la otra orilla asfaltada.
Alcanzamos el aparcamiento, nos despedimos de
Jose Antonio y su perrita Maya, con la promesa de volver pronto a esta Sierra
Espuña que tantas satisfacciones nos produce.
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