Accedemos a Caravaca de La Cruz desde la Autovia RM-15, tomamos la Av. Carretera de Granada y desde la Plaza del Templete por Av. de los Andenes llegamos al Jardinico.
Cargada de historia, su gran patrimonio monumental, tanto sus
paisajes como sus gentes, hacen de ella un destino turístico privilegiado y también
famoso, debido a la concesión por la Santa Sede (año 1998), de un Año Jubilar a
Perpetuidad en torno a la Santisima y Vera Cruz (celebrándose cada 7 años) y a
la fiesta de los Caballos del Vino.
Salimos 13 Andarin@s por la pista sur de la Urbanización
Buenavista, encarando después la degradada Cuesta de los Montadores;
bajo la
Peña del Gato
enlazamos con la pista asfaltada a la Casa de la Barquilla;
la
dejamos prontamente a favor de un empinado sendero; la actividad ganadera de
oveja Segureña se ha reducido hasta casi desaparecer, por lo que el monte bajo
se encuentra denso y reseco en algunas zonas; salimos a una explanada donde
tomamos el mantente;
continuamos por la derecha al Collado del Castillico,
nuevamente
en la carretera a la Casa de la Barquilla.
Rodeamos el Peñón de Quiles,
cortamos el Barranco de Las Carboneras y llegamos a la vallada Casa de la
Barquilla,
con algún caquilero, dos balsas de agua,
fuente con abrevadero
y
base en verano del Helicóptero para Extinción de Incendios.
Rodeamos junto a la valla, para iniciar un prolongado y duro
ascenso
a la entrada de la Cueva de La Barquilla,
donde tomamos un bocado.
La
naturaleza caliza de la zona provoca la creación de simas y cuevas, como la Cueva
de la Barquilla, nombre que parece proceder de “la albarquilla”, aludiendo a la
presencia de agua;
su interior alberga restos de ocupación calcolítica (4000
años de antigüedad),
y en sus alrededores hay vestigios de distintos pueblos:
iberos, romanos y árabes.

En el S. XIX se utilizó como refugio provisional de pastores, carboneros y recolectores de plantas medicinales y aromáticas,
finalmente como redil de ganado de la finca de la Alberquilla.
Consta de dos pisos, el primero de los cuales tiene cinco
salas de diferentes dimensiones;
el segundo tienen dos salas abiertas según
diaclasas, con un desnivel respecto de la entrada de unos 25m.
La innumerable
cantidad de espeleotemas presentes en la cueva, sobre todo en forma de
estalactitas
casi todos rotos o cortados
por la construcción de una fuente en
la plaza del Arco, donde se emplearon junto a otras de la Cueva de la Higuera.
Explorada por primera en el año 1800 por el Sr. Sánchez Cisneros (impenetrable
por la profusión de espeleotemas),
y a fondo por el Grupo de Investigaciones
Espeleológicas de Caravaca, en el año 1953.
La leyenda popular advierte, que este
lugar era salida del aliento de la “madre tierra” exhalado a través de su boca -cueva-,
o ubicación del mismísimo infierno;
también figura como guarida de brujas y monstruos según los cuentos de la
época, por no hablar del “desaparecío” Perico “el alpargate”, pura mitología
popular.
Nos colocamos casco y frontal para visitar la primera
galería a la izquierda,
a la vuelta nos deslizamos por una de las dos
aberturas,
suficientemente anchas para colarnos a la segunda galería, de mayor
amplitud,
donde encontramos agua subterránea y cristalina,
filtraciones lentas
que forjaron las coladas que fosilizan el suelo clástico;
descendemos un tramo
hasta
el sumidero que se abre al final de la cueva.
Nuestro más aguerrido explorador,
Miguel, se descuelga con ayuda de una cuerda a una pequeña sima, verificando que
no tiene salida.
Cambiamos el rol de topos por Andarines que somos, para
iniciar la bajada
invirtiendo el camino de ida,
hasta la pista del PR-2 que nos
hace bajar por sendero, a veces rocoso
pero siempre con buena pendiente, al
Barranco del Agua en las Lomas de las Aliagas.
Transitando por su lecho llegamos al entronque con el Barranco de Las Carboneras,
tratamos de
seguir por el cauce,
no tomando las trazas senderiles que obvian las pocetas
cuando llueve, en nuestro caso la toma de contacto con el agua fue mínima.
Bajo las paredes del Cerro de Los Siete Peñones,
entre el
lento caminar con tramos rocosos que exigen nuestra atención,
y algún rincón
fotogénico,
discurre nuestra entretenida marcha,
hasta desviarnos por los
Calares de Mairena, el Sendero se torna en pista con vistas de Caravaca y las
Fuentes del Marqués. A la altura de un gran mojón, enlazamos por la izquierda
con una vereda,
que ataja al final en franco descenso hacia la valla de una
finca privada,
para tomar el Camino de Mairena
pasando por la Casa Huerta Mairena, casa señorial rural relevante del municipio, tenía una almazara donde, aparte
de moler la aceituna de los dueños de la casa, lo hacían los productores de la
vecindad, actualmente melocotoneros y frutales han sustituido a los cultivos de olivos y
almendros.
Por Los Prados, el Camino del Huerto y Avenida de Los
Andenes, volvemos con dos bandejas de pulpo con patatas,
que teníamos encargadas
en El Chef, a la Casa de nuestro caravaqueño Enrique, donde festejar nuestra
faceta de espeleólogos tan apretujados en la mesa como en la cueva.
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