Comenzamos la faena en ascenso por la Pista del Barranco de
La Hoz, con vistas de la cortijada de Prado Chico
y la Embotelladora;
cuando
bordeamos el Collado de la Media Ladera,
con sobrecogedoras vistas del
barranco
y su hoz,
nos llevamos un pasmo, una furgoneta a toda leche se
nos viene encima; según comprobamos después, son dos apicultores que tienen
colmenas en varios lugares de la zona; nos queda el Perona (1191 m) en la
Cuerda de Los Carrascales a nuestra derecha;
pasamos por un afloramiento con
murete,
descendemos para cruzar el barranco entrando por la derecha a las antiguas
casas de las Minas del As.
El siglo XIX y primer tercio del XX, fue una época dorada
para la minería del carbón y metálica, especialmente para la del plomo, muy demandado
gracias al desarrollo urbano de la fontaneria; también aumentaron las necesidades
de hierro para cubrir los trayectos ferroviarios y, en el caso del cobre, por
los tendidos eléctricos. Aunque fueron famosas las dos principales cuencas
mineras murcianas: Cartagena-La Unión (con un promedio el 24% de la producción
de plomo de España) y Mazarrón, también hubo actividad minera efímera e
intermitente en Sierra Espuña.
En 1858 se descubre en el paraje de la Almolaya de Campíx,
la que sería mina “San Andrés” de Hierro y Plomo; a principios de 1917, un
obrero encuentra en el Barranco de la Hoz, una especie de arcilla negra que usa
como combustible para su casa, una excavación puso al descubierto una capa de
carbón duro, futura mina “San Vicente”, época de altas peticiones de carbón
debido a la 1ª Guerra Mundial; a su término, el elevado coste del acarreo,
obligó al cese de la explotación.
Sería con la 2ª
Guerra Mundial, cuando las importaciones de combustibles sólidos se redujeron
drásticamente, hasta investigaron localizaciones menos rentables como era el
caso de Sierra Espuña,
aunque el producto obtenido no cumplía las expectativas,
ya que tanto el transporte (con recuas de cinco mulos, conducían el mineral más
de 6 km hasta el descargador), como las dificultades en el aprovisionamiento de
gasolina, provocaron la consiguiente subida de costes, llevando al límite de la
rentabilidad, a una empresa que no disponía de recursos suficientes; una tromba
de agua descargada sobre Fuente Blanca, desbordó el Barranco de la Hoz inundando
la mina, provocando su quiebra física y financiera en Marzo de 1944.
El ingeniero de minas José de Gorostízaga y López, descubre
un yacimiento de fosfatos (1921) en los alrededores del Barranco de la Hoz, la
pobreza del fosfato para ser empleado como abono y la complicada ubicación
geográfica de la explotación que encarecía el transporte (10 km en caballerías,
hasta llegar a la carretera en construcción y desde allí en camiones, hasta la
estación de ferrocarril de Alhama) hizo que durase poco tiempo en funcionamiento;
mientras tanto, los obreros se alojaban en Prado Mayor, donde aún pueden verse
las ruina de las viviendas corridas en el valle.
A finales de los años 50, se reanudan por última vez los
trabajos en las Minas del As del Barranco de la Hoz, comienza también a
explotarse un filón descubierto en el Barranco de Valdelaparra. Gran parte de
los mineros procedían de El Berro; los vagoneros realizaban el trabajo más duro,
ya que el suelo de la mina, permanentemente encharcado, deshacía dos pares de
esparteñas semanales; los picadores estaban bien remunerados y mejor vistos. En
el 1966 se abandonan las labores, debido en gran medida a la llegada del fueloil
a Alcantarilla.
Seguimos pisteando con tramos sombríos, respirando aire puro
y con un absoluto silencio; dejamos la entrada a las ruinas de la Casa de los
Ingenieros, donde están nuestros apicultores colmeneando;
en el km 6, justo al
cruzar el Barranco de La Hoz, desde un bebedero,
seguimos una traza senderil
hasta un tronco caído,
viramos a nuestra derecha monte través,
trazando en diagonal a las curvas de nivel, un ascenso tortuoso en busca de veredas hechas por los arruis;
el excepcional paisaje
con vistas de las dolomías jurásicas,
los dispersos caseríos de Prado Mayor,
el
Cerro de Peñas Blancas y los Morrones,
nos recuerda, que también hay que mirar
cual será nuestro siguiente paso entre el matorral mediterráneo, pinar,
carrascas y sabinas dispersos,
para acceder al Collado del Buitre y nacimiento
del Barranco de Valdelaparra.
Vamos descendiendo progresivamente por sendero,
se hace
pista entre los nogales de las fincas colindantes;
echamos un vistazo a las Casas
de Valdelaparra,
vemos desde la pista su estanque procedente de la Fuente de
Valdelaparra;
hacemos una paradita bajo un pino monumental;
los extensos cultivos
de almendros, dejan paso a unos pocos cerezos,
presididos por un Sorbus doméstica, nombre
romano del serbal común y del serbal de los cazadores (domestica alude
a su uso como planta de cultivo).
Olemos a humo, pero no se quema el monte, volvemos
a encontrarnos con los apicultores en plena faena;
enfrente, sobre el Barranco
de Valdelaparra, el mosaico de estratos de un plegamiento, atestiguan la fuerza
de compresión ejercida sobre las rocas;
a medida que aumenta el calor,
disminuye hasta su final nuestro recorrido.
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