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Barranco de La Hoz-Casas e Historia de las Minas del As-Casas de Valdelaparra


Accedemos desde la carretera Gebas-Pliego (C-3315), a la RM-C25 al Berro; a 850 m, tomamos por la derecha en la bifurcación, sin asfaltar en su primer tramo, en una curva con valla abierta del parque, vemos un cartel de dirección prohibida; que no nos engañe, pasan los vehículos que precisan servicios por la zona; la nuestra también es una actividad respetable; en días laborales los camiones de la embotelladora circulan por esta pista y debemos tener cuidado en las curvas; llegamos a la Planta Embotelladora de Fuente Dueñas, procedente del manantial de Fuente de la Higuerica (Mula) y aparcamos orillándonos junto a las dos vallas, que acotan la entrada a vehículos que no disponen de llave.


Comenzamos la faena en ascenso por la Pista del Barranco de La Hoz, con vistas de la cortijada de Prado Chico 


y la Embotelladora; 


cuando bordeamos el Collado de la Media Ladera, 


con sobrecogedoras vistas del barranco 


y su hoz, 


nos llevamos un pasmo, una furgoneta a toda leche se nos viene encima; según comprobamos después, son dos apicultores que tienen colmenas en varios lugares de la zona; nos queda el Perona (1191 m) en la Cuerda de Los Carrascales a nuestra derecha; 


pasamos por un afloramiento con murete, 



descendemos para cruzar el barranco entrando por la derecha a las antiguas casas de las Minas del As.


El siglo XIX y primer tercio del XX, fue una época dorada para la minería del carbón y metálica, especialmente para la del plomo, muy demandado gracias al desarrollo urbano de la fontaneria; también aumentaron las necesidades de hierro para cubrir los trayectos ferroviarios y, en el caso del cobre, por los tendidos eléctricos. Aunque fueron famosas las dos principales cuencas mineras murcianas: Cartagena-La Unión (con un promedio el 24% de la producción de plomo de España) y Mazarrón, también hubo actividad minera efímera e intermitente en Sierra Espuña.


En 1858 se descubre en el paraje de la Almolaya de Campíx, la que sería mina “San Andrés” de Hierro y Plomo; a principios de 1917, un obrero encuentra en el Barranco de la Hoz, una especie de arcilla negra que usa como combustible para su casa, una excavación puso al descubierto una capa de carbón duro, futura mina “San Vicente”, época de altas peticiones de carbón debido a la 1ª Guerra Mundial; a su término, el elevado coste del acarreo, obligó al cese de la explotación.


 Sería con la 2ª Guerra Mundial, cuando las importaciones de combustibles sólidos se redujeron drásticamente, hasta investigaron localizaciones menos rentables como era el caso de Sierra Espuña, 


aunque el producto obtenido no cumplía las expectativas, ya que tanto el transporte (con recuas de cinco mulos, conducían el mineral más de 6 km hasta el descargador), como las dificultades en el aprovisionamiento de gasolina, provocaron la consiguiente subida de costes, llevando al límite de la rentabilidad, a una empresa que no disponía de recursos suficientes; una tromba de agua descargada sobre Fuente Blanca, desbordó el Barranco de la Hoz inundando la mina, provocando su quiebra física y financiera en Marzo de 1944.


El ingeniero de minas José de Gorostízaga y López, descubre un yacimiento de fosfatos (1921) en los alrededores del Barranco de la Hoz, la pobreza del fosfato para ser empleado como abono y la complicada ubicación geográfica de la explotación que encarecía el transporte (10 km en caballerías, hasta llegar a la carretera en construcción y desde allí en camiones, hasta la estación de ferrocarril de Alhama) hizo que durase poco tiempo en funcionamiento; mientras tanto, los obreros se alojaban en Prado Mayor, donde aún pueden verse las ruina de las viviendas corridas en el valle.


A finales de los años 50, se reanudan por última vez los trabajos en las Minas del As del Barranco de la Hoz, comienza también a explotarse un filón descubierto en el Barranco de Valdelaparra. Gran parte de los mineros procedían de El Berro; los vagoneros realizaban el trabajo más duro, ya que el suelo de la mina, permanentemente encharcado, deshacía dos pares de esparteñas semanales; los picadores estaban bien remunerados y mejor vistos. En el 1966 se abandonan las labores, debido en gran medida a la llegada del fueloil a Alcantarilla.


Seguimos pisteando con tramos sombríos, respirando aire puro y con un absoluto silencio; dejamos la entrada a las ruinas de la Casa de los Ingenieros, donde están nuestros apicultores colmeneando; 


en el km 6, justo al cruzar el Barranco de La Hoz, desde un bebedero, 


seguimos una traza senderil hasta un tronco caído, 


viramos a nuestra derecha monte través, 


trazando en diagonal a las curvas de nivel, un ascenso tortuoso en busca de veredas hechas por los arruis; 


el excepcional paisaje con vistas de las dolomías jurásicas, 


los dispersos caseríos de Prado Mayor, 


el Cerro de Peñas Blancas y los Morrones, 


nos recuerda, que también hay que mirar cual será nuestro siguiente paso entre el matorral mediterráneo, pinar, carrascas y sabinas dispersos, 


para acceder al Collado del Buitre y nacimiento del Barranco de Valdelaparra.


Vamos descendiendo progresivamente por sendero, 


se hace pista entre los nogales de las fincas colindantes; 





echamos un vistazo a las Casas de Valdelaparra, 





vemos desde la pista su estanque procedente de la Fuente de Valdelaparra; 



hacemos una paradita bajo un pino monumental; 


los extensos cultivos de almendros, dejan paso a unos pocos cerezos, 


presididos por un Sorbus doméstica, nombre romano del serbal común y del serbal de los cazadores (domestica alude a su uso como planta de cultivo). 


Olemos a humo, pero no se quema el monte, volvemos a encontrarnos con los apicultores en plena faena; 



enfrente, sobre el Barranco de Valdelaparra, el mosaico de estratos de un plegamiento, atestiguan la fuerza de compresión ejercida sobre las rocas; 


a medida que aumenta el calor, disminuye hasta su final nuestro recorrido. 



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