Volviendo sobre nuestra entrada en coche por el camino de
servicio, torcemos cruzando el puente al Camino de Yéchar en Mortí Bajo;
dejamos
atrás varias fincas, siguiendo el Camino de Los Mortolitos
para remontar por la
Rambla de Yéchar,
al principio transcurre por lecho arenoso acabando en una
zona rocosa;
a partir de aquí, se complica cerrándose en estrechamientos,
pasando
bajo canaletas
y sorteando bloques pétreos entre pequeños baladres, piteras
deshechas, espléndidos algarrobos y parrales de ladera.
Rebasamos un muro de
contención, para seguir un corto trecho por la rambla, antes de abandonarla por
sendero junto a una vieja canaleta;
enlazamos con una pista en desuso, que por
su izquierda, nos saca a la carretera C-7
hacia Aledo y La Santa.
Descendemos unos metros por asfalto, para meterle mano a un salvaje
ramblizo a la derecha,
que nos pone a prueba, teniendo que realizar alguna
trepada
y una escalada de varios metros para solventar el paso; tuve que subir primero
para ayudar a una intrépida Rosa, que tomó la iniciativa cuando yo estaba intentando dar la vuelta, después
le pasé a Perrete Tierno; salimos de la rambla
para comer la fruta y enlazar con el sendero que baja desde la carretera,
evitando este tramo si así lo deseamos.
El sendero cambia de dirección y de valle salvando un
collado (514 m) en la Rendija de la Huerta;
cruzamos un ramblizo en La
Fontanilla; en un cruce de sendas,
ascendemos fuertemente hacia El Hoyo,
paralelos al Barranco de La Fontanilla,
aprovechando el soterramiento de un
canal de la Mancomunidad del Taibilla;
en la cumbre amesetada del alargado cerro
y escarpadas laderas, vemos el altivo pueblo de Aledo.
Hacemos una parada para tomamos una cerveza en el Centro
Social,
entramos por la Plaza del Caudillo
donde se halla el Ayuntamiento,
torcemos por la Iglesia de Santa María La Real
a la Torre del Homenaje;
construida
por los musulmanes en la Alta Edad Media como vigia del Valle del Guadalentín,
para
soportar asedios contaba con un sistema de captura subterráneo, el “pozo de los
Moros”;
tras la conquista cristiana, la conocida como torre de la Calahorra,
fue reconstruida bajo auspicios de la Orden de Santiago.
Desde su mirador vemos
la Sierra de la Tercia, la Rambla de Lébor, el Cabezo de la Cimbra y los cultivos
de parrales.
Descendemos por la Puerta de las Tradiciones hecha en bronce
a La Picota, construcción cilíndrica de ladrillo y argamasa, donde se ataba a
los reos o se clavaban sus miembros como escarnio público; por la Calle de Los
Romanos, balcón de fenómenos geológicos,
hacemos la cuesta de areniscas
costeras de hace siete millones de años;
la misma torre de la Calahorra, se
asienta sobre un bloque rocoso, formado por arrecifes coralinos;
en las baldosas
del suelo vemos dendrítas de pirolusita (mineral de manganeso) que nos
recuerdan a fósiles de plantas.
En vez de seguir por el Sendero de Las Cuestas en el cruce,
lo hacemos por un viejo camino que rodea la zona amurallada,
bajo una multitud
de oquedades (tafonis),
fenómenos de meteorización
de las areniscas marinas (erosión alveolar)
y las tres formaciones geológicas
que forman el cerro de Aledo, tras la retirada progresiva del mar durante el
Mioceno superior.
Observamos también una filtración de agua, producto de la
superposición de areniscas permeables con margas impermeables; el degradado
sendero cruza el Barranco de La Fontanilla,
transcurriendo paralelo a la Rambla
de Los Molinos;
se suceden cortijos abandonados con casas de reciente
construcción,
viejos acueductos con nuevas canalizaciones,
casas de huerta
abandonadas
junto a fincas productivas.
En la Ermita Virgen de Las Huertas,
bajamos a la humanizada Rambla
de Los Molinos,
pasamos primero bajo el Canal del Trasvase Tajo-Segura,
después
a la derecha ya por su margen de vuelta al coche.
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