Las Corbeteras
de Pajaroncillo: Paraje natural compuesto de areniscas y conglomerados
intercalados con esquistos y pizarras del Triásico,
el agua ha erosionado el
paisaje y esculpido curiosas formas en los crestones.
Corbetera: Corrupción de la palabra cobertera, es la
tapadera del puchero cuando está en la lumbre para evitar que salpique lo que
se cuece.
Las rocas que cubren las chimeneas o torres en la roca caliza de este
paraje en el Rodenal del Cabriel le han dado ese nombre.
Pajaroncillo: Aldea a
2 km, con el puente de Cristinas (siglo XVI), viaducto y vía pecuaria sobre el
río Cabriel con inscripción gótica en el parteaguas.
Terreno: Cerros de pinos rodenos con manchas de roble melojo,
matorral de brezo y jaras, suelos arcillosos ricos en caolín, mineral de
arcilla empleado como agente adsorbente empleado en la fabricación de
porcelanas, vidrio, pinturas, plásticos, pesticidas...
Accesos: Por la NA-420, desde Carboneras de Guadazaón
(Camino de Los Machos) en dirección Cañete/Boniches, aparcamos a la orilla de
la carretera al inicio de la pista rutera (39°56'36.47"N 1°42'36.72"W).
Descripción del recorrido: Comenzamos la andadura
con los
restos de diversas especies de setas
junto a los riscos del camino;
abandonamos
la pista en una de sus curvas,
atravesando el primer paso rocoso
con vistas de
las Corbeteras;
descendemos por un mar con olas de piedra hacia la vaguada,
cortando un pequeño arroyo fruto de las lluvias recientes
y nos plantamos
frente al monolito que denomino “el Pirata”,
aunque Rosa afirma que es un
guardia Civil por la forma del tricornio, en fin, que cada cual saque sus propias
conclusiones.
Lo rodeamos observando la siguiente figura de una tortuga,
bordeamos
cruzando una agrupación de robles melojos,
para acceder al segundo
paso rocoso,
con rojizas esquemáticas pinturas rupestres,
donde se encuentra
“el Monopatín”;
descendemos en busca de la pista,
la atajamos
incorporándonos a
la que asciende del cruce cercano hacia el Collado de los Arrieros.
Desde el Collado, paso de la vía pecuaria Cordel de la
Cabeza del Serval o del Collado de Vallohondo, seguimos subiendo por sendero marcado
en denso pinar;
vemos las ruinas de las Casas de Arriba del Cañizar,
antaño
lugar de residencia para los trabajadores de la industria resinera, destacamento
de la guardia civil en los años 40 para combatir a los maquis y hospital
durante la Guerra Civil.
Pasamos bajo Los Castellones,
me acerco a un saliente rocoso
suspendido en el vacío,
seguimos bordeando los cortados
entrando en la zona del
Castillo, donde la erosión también ha ejercido su influencia sobre los monstruos rocosos
creando aberturas, callejones y abrigos
destacando las siluetas de estas
moles pétreas que nos rodean,
entre encinas de bajo porte debido al exceso de
espesura por acumulación de ramas forradas de líquenes.
Descendemos siguiendo
el curso de un arroyuelo temporal,
la zona de umbría provoca la aparición de
setas en algunos troncos,
las paredes rezumantes de agua con trepadoras y
plantas rupícolas colonizando sus grietas;
discutimos sobre la forma de una
pequeña seta, Rosa ve una trompeta en vez de un sillín de bici.
Vemos una muestra de erosión alveolar,
convertido en un
bloque de apartamentos para arañas con jardín incluido.
El curso de la vereda
angosta, entorpecido por la falta de paso fácil, nos hace pensar en dejar de
rodear y atajar para arriba, donde se hallan las formaciones; iniciamos una
trepada que nos saca a un prado junto a al altísimo monolito.
Diviso desde un mirador natural el Castil de Cabras,
el
Puntal del Yesar y la Cabeza del Molino;
Rosa me muestra unas setas en distinto
grado de descomposición;
tomamos la trocha de la derecha en el cruce
para
arrimarnos a las goteantes paredes escalonadas de piedra y musgo;
otra muestra
escultural de erosión alveolar nos sorprende al paso,
hay uno hasta con cuerda para
trepar a la peña del Castillo del Saladar, también conocido como Castillo de
las Hoyas, del Cañizar o de Pajaroncillo, fortaleza natural utilizada por los celtíberos
y bereberes con aljibes circulares y restos de muros.
A través del ritual funerario
celtíbero establecido en sus necrópolis, la disposición y objetos del ajuar no perecederos encontrados (adornos, armas, útiles,
cerámicas…), se realizan los análisis de la cultura, jerarquización social, aspectos
militares y grado de desarrollo. Los enterramientos tumulares de la zona, son
poco menos que acumulaciones de piedras sin forma definida, con valor paleo-arqueológico
que no visual.
Iniciamos la vuelta, dirigiéndonos hacia bosquete de encinas
bajo un paredón,
donde arranca la pista que seguimos un trecho;
la dejamos poco
más adelante monte a través con vegetación abierta;
cruzamos un arroyuelo
y
también El Reguero que trae un buen caudal.
Enlazamos con la pista de vuelta al
aparcamiento.
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