Cruzamos el puente sobre el Arroyo Aniezo, entramos en la
aldea
para seguir por pista a la derecha junto al arroyo,
a la sombras de unos
nogales, con el rumor del agua vamos tomando altura;
un limaco devora una seta
con fruición,
continuamos por la derecha en el primer cruce;
diversas flores,
helechos
y hasta fresas silvestres adornan los márgenes del camino.
Cruzamos un paso canadiense;
aparecen algunos cerezos
aislados;
una ranita se cruza en nuestro camino dando saltitos.
Tomamos la fruta
en el cruce con un arroyuelo, pasando el puente de piedra, al lado de un
pequeño salto de agua.
Accedemos a la pradería de la cabaña de piedra la Helguera y
su abrevadero;
seguimos ascendiendo de forma constante
con la vista puesta en
el arroyo del Canto de la Trespeñuela, forma pequeñas cascadas en la florida ladera
de Peña Sarga.
Vemos un moderno establo,
cruzamos otro paso canadiense
y
llegamos al Santuario de la Virgen de la Luz (1274 m),
tiene su origen en una
pequeña capilla erigida en honor a Santa María, se apareció a finales del siglo
XVI en este lugar a una joven pastora, cuando disgregado su rebaño por la
niebla le pedía auxilio,
la Virgen le dijo que bajara al pueblo y dijera al
sacerdote que mandara limpiar el lugar, para erigirle un santuario donde
colocar una imagen que encontraría en una cueva. Así se hizo y la pastora fue
la cuidadora del santuario.
Este edificio fue construido en el siglo XVI, ha sufrido
importantes reformas, conservándose de aquella época solamente la cabecera.
En
él se venera a la patrona de Liébana, pequeña imagen de alabastro policromada,
de la misma época, que representa a la Virgen con el Niño en sus brazos, para los
lebaniegos “La Santuca”.
El retablo
barroco está flanqueado por dos jarrones de porcelana china, regalados por un
indiano de Polaciones en el siglo XVIII".
El 24 de abril baja la Virgen a
la parroquia de Aniezo. El 2 de mayo es la procesión principal a Potes y Santo
Toribio. El regreso al santuario es el 4 de mayo.
Nos aprovisionamos de su fuente con caño expelente,
tomando
los bocatas junto a un arroyuelo,
mientras se fragua una tormenta en el valle. Cruzamos por paso canadiense en la Majada del Prao,
las nubes ascienden desde
el Valle de Aniezo,
dotando al hayedo de fantasmagórica apariencia,
los truenos
se oyen cada vez más cerca,
la tormenta se nos echa encima.
Empieza a granizar fuerte,
se forman torrenteras, no hay
donde refugiarse, los chubasqueros y el goretex botero aguantan los primeros
veinte minutos, pero es que nos caen tres granizadas casi consecutivas, la
temperatura ha bajado bruscamente y nos queda mucho aún de vuelta.
Empapados, distinguimos en el valle que se alejan los
nubarrones,
hacemos un cambio de dirección en un collado (883 m),
pasamos por
un paso canadiense,
la pista en la Collada de Perejita bajo hayas y robles, se
halla preciosa con la lluvia reciente,
seguimos descendiendo en una bifurcación,
cruzamos otro arroyuelo,
el suelo se encuentra cuajado de setas,
la hojarasca húmeda
cede embarrando nuestras botas;
se acaba la pista cuando pasamos unos viejos
castaños
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