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El Rio Chícamo y sus afluentes Mascosa y Zurca.


El ambicioso proyecto que abarca el paso por tres ramblas (Chícamo, Mascosa y Zurca), nos obliga a realizar una ruta lineal, dejando el coche de conductores para la vuelta en Barinas. Siguiendo la carretera MU-410, a dos km de Macisvenda, entrando por la MU-A9, aparcamos en una explanada de la pedanía de Chícamo.


 Intentamos salir desde el nacimiento del río Chícamo, pero vemos que no hay acceso. Descendemos por pista entre cañaverales, juncos y palmeras de la Palestina murciana, 


para seguir el curso del río Chícamo o Rambla de Abanilla (salida natural del Sistema Acuífero de Quibas), afluente del Segura que recorre parte del término municipal de Abanilla. Riega la Huerta de Abajo y Sahués.


 Sus charcas albergan al pez endémico de la Península Ibérica, en peligro de extinción, llamado Fartet (Aphanius Iberus) o  “hartito” (adaptado del catalán fart = harto) al ser muy voraz y rápido devorando hasta “hartarse” con las larvas de insectos.



Pasamos un centro de interpretación, donde se imparte formación medioambiental y se analiza la cultura del agua, ubicado en el antiguo molino hidráulico restaurado, 


anteriormente fue La Casa del Molinero, se construyó en el año 1844 por encargo de la Comunidad de Regantes de la Huerta de Abajo y Sahués, dejando de funcionar durante los años 60.


Cruzamos por el canal de conducción de aguas en ruinas, 



y varias veces por el cauce pisando entre piedras, 




intentamos avanzar a través de la frondosa vegetación, 



buscando las trazas senderistas que discurren por ambos márgenes.


Conforme avanzamos entre recodos, 


las paredes margosas van estrechándose, 


aumentando en altura e inclinación, 


hasta entrar en el desfiladero del Cajer, zona de sorprendente belleza geológica.


Tomamos un mantente, cambiamos de calzado 




y nos aventuramos por el cauce aguas abajo,





maravillados del panorama que nos ofrecen estos cortados de El Cajer, 






con paredes de hasta 40 m de altura por 2 m de angosto. 




Disfrutando como críos este tramo con el agua por los frescos tobillos



 o las relucientes rodillas las menos veces, 



nos desvela sensaciones placenteras casi olvidadas,



al interactuar con el agua y la roca de este antiguo mar, 




donde los restos de animales marinos se encuentran en los conglomerados de sus paredes, 


cuyos colores grises y amarillos intercalados,



denotan los depósitos que arrastraban antiguas tormentas, ahora sedimentados y estratificados para nuestro deleite visual.


Se abre el desfiladero dando paso nuevamente a los baladres, juncos, tarays, cantuesos y algún madroño. Volvemos a cambiarnos de calzado, 


aunque otros preferimos continuar pisando charcos. 



Cortamos la pista de la Umbría, 


pasamos junto paredones acarcavados, 






algunas viviendas-cueva, 


altivas y majestuosas palmeras datileras,



un bosquete de pinos donde el agua del Chícamo, pasa de su cauce natural a la red de acequias que transportan el agua hasta El Partidor; 


justo aquí cruzamos el canal para girarnos por pista empinada, junto a una casa-cueva abandonada,




hacia la carretera del Tollé a El Partidor; transitamos brevemente por su arcén, nos desviamos a la derecha


 en busca de la Rambla Mascosa. 


Nuestro discurrir por ella será testimonial, 


ya que la dejamos por una pista de gran belleza 


que nos introduce en la Rambla del Zurca, afluente del Chícamo, al igual que las del Agudo, Balonga, Canelas, Cutillas, Mascosa y La Parra.


Seguimos rambla arriba avanzando con dificultad, 


sorteando obstáculos por las canaletas que forma el agua entre las rocas y la abundante vegetación de ribera. 








Durante un tramo se filtran las aguas,



el lecho es ancho y rocoso con paredones estratificados. 



El calor hace acto de presencia, Enzo, nuestra mascota, se pone a remojo, su pelaje negro no ayuda a bajarle la temperatura; hay menos caudal desde la última vez que estuve en abril de 2016; 



han desaparecido algunas pocetas, cantan menos las ranas y hay una cantidad exagerada de mosquitos en las charcas de aguas estancadas.



Las avenidas de agua de lluvia han dejado “baldomeras” por doquier, también han derribado un árbol enorme que, junto a la abigarrada vegetación, nos impide el paso; 


si a ello sumamos lo avanzado de la hora y la recogida de los coches, pues cogemos la pista que se convierte en Calle Cristobal Colón, pasa por la depuradora


y nos deja en el centro de Barinas donde cierro track. 


Celebramos estos momentos gratamente compartidos entre los Andarines por la Vida, con sus correspondientes cervezas y su ración de risas hasta la próxima función.




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